Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone
Son muchas las veces que los hechos han sido silenciados o manipulados para dar el resultado apetecido, otras veces es la propia psicología humana la que esconde la realidad por no poderla aceptar, unos y otros casos se mezclan y confunden para el bien de unos pocos.
En los años cincuenta y sesenta dio comienzo la carrera espacial, y el día 11 de junio de 1969 tuvo lugar el acontecimiento quizás más importante en la historia de la humanidad, el hombre llegó a la Luna. Pero también ocurrieron otras cosas no menos importantes cosas.
De acuerdo con un informe no autorizado los astronautas Neil Armstrong y Edwin «Buzz» Aldrin, al poco de pisar suelo lunar informaron al centro de control de Tierra sobre la presencia de una luz sobre o dentro de uno de los cráteres lunares. El doctor Vladimir Azhazha relató:
«Neil Armstrong comunicó que dos grandes y misteriosos objetos estaban observándoles después de que hubiera saltado a la superficie del satélite, cerca del módulo lunar. Pero este mensaje nunca se hizo público. La NASA lo censuró».
De hecho la emisión televisiva del acontecimiento no fue en directo, sino con un pequeño margen de diferencia que permitía a los EE.UU. censurar lo que quisieran por uno u otro motivo, esta ha sido la tónica hasta la fecha, hasta con el reciente con el Mars Pathfinder.
Otto Binder, empleado de la NASA aseguró que un radioaficionado captó por accidente con su equipo receptor VHF la siguiente conversación entre el centro de control y la nave Apolo XI:
-NASA: ¿Qué hay ahí? Centro de control llamando a Apolo XI…
-Apolo XI: ¡ Esos «chicos» son inmensos, señor! ¡enormes! ¡oh, Dios mío! ¡usted nunca lo creería!, ¡le digo que hay otras naves espaciales fuera, en el borde exterior del cráter! ¡están en la Luna, observándonos!
Tiempo después de que volviera a tierra el Apolo XI un profesor que prefirió mantenerse en el anonimato mantuvo la siguiente conversación con Armstrong durante un simposio de la NASA:
-Profesor: ¿Qué sucedió realmente fuera del Apolo XI?
– N. Armstrong: Fue increíble. Por supuesto, todos sabíamos la posibilidad de que algo así pudiera suceder. Pero el hecho es que estabamos siendo advertidos por los alienígenas de que nos fuéramos de allí.
-P.: ¿Qué quiere decir con «advertidos»?
-N. A.: No puedo entrar en detalles. Sólo le puedo decir que sus naves eran superiores a las nuestras en tamaño y tecnología. ¡Chico, eran tan grandes… y amenazantes! Es incuestionable la existencia de una estación espacial.
– P: Pero la NASA ha seguido enviando más misiones después del Apolo XI.
-N. A.: Naturalmente. La NASA tiene un compromiso y no puede correr el riesgo de sembrar el pánico en la Tierra.
Armstrong confirmó esta historia pero rehusó entrar en detalles, admitiendo que la CIA estaba detrás manteniendo en secreto el asunto. Pero en 1979 Maurice Chatelain, responsable de los sistemas de comunicación de la NASA dijo que efectivamente Armstrong había informado de la presencia de dos ovnis en el borde de un cráter, también añadió que:
«Todos los vuelos Apolo y Géminis han sido seguidos, a veces a distancias muy cortas por vehículos espaciales de origen extraterrestres. Siempre que esto ocurre los astronautas informan al centro de control y desde allí se les ordena silencio absoluto»
Fue Walter Schirre a bordo del Mercurio VIII el primero en usar el nombre de Santa Claus para referirse a los ovnis cerca de las cápsulas espaciales. James Lowell exclamó desde el módulo de mando del Apolo VIII cuando se hallaba detrás de la Luna: «Por favor, son informados de que allí está Santa Claus», sucedió el día de Navidad de 1968, lo escuchó todo el mundo, relataba M. Chatelain.
Años antes Lowell junto con F. Borman divisaron un ovni mientras realizaban su segunda órbita en un vuelo de catorce días de duración: Borman informo al centro de control de que una nave espacial volaba junto a su Géminis VII, en cabo Kennedy le respondieron que debía ser la parte final de la plataforma de propulsión de su propio cohete. Él replicó que podía ver perfectamente esa parte de su cohete, pero que además había algo volando con él que no pertenecía a su aparato.
Otros astronautas como Ed White (el primer hombre que caminó en el espacio) y James Mc Divitt, en 1965 mientras volaban sobre Hawai informaron del avistamiento de un objeto metálico de aspecto «fantástico» que tenía como dos brazos. Divitt tomó fotografías, pero nunca se publicaron.
¿Cuantos casos como estos permanecen ocultos? seguramente muchos, pero nunca ha habido un pronunciamiento oficial sobre la presencia de estos objetos, a pesar de que en casos como en estos los observadores son de primera calidad (quizás los mejores del mundo) y además aportan pruebas irrefutables. Para los más veteranos las autoridades ocultan los hechos para evitar el pánico: a nadie le gustaría saberse observado por alguien superior sin poder hacer mucho al respecto. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: y los que saben ¿qué hacen?.
Para muchos los avistamientos de ovnis han sido frecuentes a lo largo de la historia, para otros incluso son anteriores. Pero lo cierto es que desde la segunda guerra mundial ya se tienen informes de ovnis volando sobre las ciudades alemanas tras los bombardeos, de ahí que también se sostenga que fueron inventados en esa época por los nazis y para ser usados en un principio como vehículos de observación. También se vieron volando sobre Corea durante la guerra y en muchos otros países más tarde hasta que el fenómeno adquirió fama mundial. Quizás los testimonios de los astronautas sean unas pruebas más de algo que existe y de lo que tarde o temprano nos enteraremos, para bien o para mal.
«El hombre debe estar preparado para aceptar conceptos del cosmos, y del lugar que él mismo ocupa en el turbulento vórtice del tiempo, cuya sola mención resulta petrificadora. Debe también ponerse en guardia contra un peligro específico y acechante que, aunque nunca abarcara a toda su especie, puede hacer sufrir monstruosos e insospechables terrores a algunos miembros audaces de la misma.» H. P. Lovecraft