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Los Evangelios Gnósticos son un producto del gnosticismo. El gnosticismo, interpretado en términos generales, reconoce dos deidades: El defectuoso Demiurgo y malvado creador de un mundo material defectuoso y malvado, quien a menudo es comparado con el Dios del Antiguo Testamento, y el «Dios bueno,» el Padre de Jesús, quien envió a su Hijo para mostrarle a los humanos el camino de la salvación del corrupto mundo material. La salvación, en el gnosticismo, no requiere del perdón de pecados, ni necesariamente incluye ningún tipo de sacramento físico. En su lugar, consiste principalmente en adquirir conocimiento secreto, o gnosis. Hasta a mediados del siglo veinte, el principal acceso que los eruditos tenían a las escrituras gnósticas provenía de polémicas escritas en contra de ellas por los padres de la iglesia, tales como Ireneo y Tertuliano. A pesar del fervor que caracteriza a estas polémicas anti-gnósticas, basados en descubrimientos recientes, parece que estos padres de la iglesia fueron benévolos en su tratamiento. El más aclamado de estos recientes descubrimientos contiene la colección de documentos cópticos de Nag Hammadi, «descubierta accidentalmente» en el Alto Egipto a finales de 1945. Esta colección de documentos despertó de nuevo muchas discusiones académicas en cuanto a la relación entre el gnosticismo y el cristianismo primitivo, especialmente acerca de qué clase de relaciones dependientes pueden ser establecidas entre sus respectivas tradiciones textuales. A pesar del reciente encaprichamiento popular y académico con los «evangelios» de la colección Nag Hammadi, su inferioridad textual demuestra que no se les debe otorgar el estatus reservado para los evangelios canónicos de la Biblia.
¿Qué son?
Hasta la fecha, los evangelios gnósticos están constituidos por lo siguiente:
El Evangelio de Felipe
El Evangelio de Felipe parece ser en realidad, a pesar de su nombre, una «colección de extractos, principalmente de una catequesis sacramental gnóstica cristiana.» Este juicio está basado en su composición, un arreglo excéntrico de una amplia variedad de tipos literarios. Felipe guarda un parecido estrecho con los catecismos ortodoxos de los siglos segundo al cuarto, y muy posiblemente fue traducido al cóptico de un texto griego que data de la segunda mitad del tercer siglo d.C. En contraste con El Evangelio de Tomás (ver abajo), Felipe no ha obtenido aún amplia notoriedad.
El Evangelio de la Verdad
Si Felipe no es un evangelio en el sentido tradicional canónico, entonces El Evangelio de la Verdad tampoco es precisamente un evangelio. En cambio, se asemeja más a un sermón, tal vez en el estilo de una carta canónica a los Hebreos. Aunque algo diseminado en su contenido, principalmente alterna entre exposición doctrinal y parainesis (exhortación o advertencia de un mal inminente). Ireneo parece hablar directamente en contra de este evangelio, y por extensión, en contra de aquellos que «se jactan de poseer más Evangelios de los que realmente hay. Verdaderamente, han llegado a la audacia extrema de titular sus relativamente recientes escrituras ´El Evangelio de la Verdad´ aunque no concuerda en nada con los Evangelios de los Apóstoles, de tal manera que en realidad no tienen ningún evangelio que no esté lleno de blasfemias.» Si la Verdad gnóstica es verdaderamente el trabajo a que se hace referencia en Ireneo, lo cual es muy probable, entonces la autoría podría estimarse durante la mitad del segundo siglo. Aunque el autor mismo permanece como un misterio, algunos han sugerido al eminente maestro gnóstico de principios del segundo siglo, Valentino, cuyas enseñanzas parecen coincidir favorablemente con el contenido del Evangelio de la Verdad.
El Evangelio de los Egipcios
El Evangelio de los Egipcios, aunque tal vez no tan interesante como los textos mencionados anteriormente, es realmente el trabajo que más estrechamente se asemeja a los evangelios canónicos. Este evangelio es notable por su naturaleza esotérica y mitológica, ya que describe una historia gnóstica de salvación. Un Set celestial, hijo de Adamas, es mostrado como el padre y salvador de la raza humana, poniéndose la vestidura de Jesús por un tiempo, a fin de llevar a cabo la salvación de sus hijos. A pesar de estas similitudes con los evangelios canónicos, este texto no ha despertado tanto interés académico como lo han hecho algunos de los otros manuscritos incluidos en la biblioteca Nag Hammadi, y como tal no será examinado en detalle.
El Evangelio de Tomás
Aunque los evangelios gnósticos considerados hasta el momento son importantes y están disponibles para muchas investigaciones fructíferas, con mucho, la mayoría de las energías académicas (y populares) han estado dirigidas hacia el Evangelio de Tomás. En un sentido, el término «evangelio» está mal aplicado aquí también, ya que no existe un elemento narrativo en la holgada colección de 114 dichos que constituyen El Evangelio de Tomás. De hecho, «ninguna colección de dichos de Jesús puede ser propiamente llamada un Evangelio, porque por su naturaleza, carece de narrativa apasionada, «lo cual es el «corazón del evangelio esencial.»
Aunque presentado como «los dichos ocultos pronunciados por Jesús en vida, y que Judas Tomás, el Mellizo, registró,» esta atribución a Tomás es muy probablemente falsa. La estructura holgada de Tomás hace difícil el precisar un tema teológico unificador, pero puede ser descrito como un evangelio de sabiduría, en el cual «el Jesús de Tomás dispensa entendimiento proveniente de la fuente burbujeante de sabiduría (dicho 13), desdeña el valor de profecías y su cumplimiento (dicho 52), critica anuncios apocalípticos de fin del mundo (dichos 51, 113), y ofrece un camino de salvación mediante un encuentro con los dichos del ´Jesús vivo´.» Si los dichos en Tomás y los otros evangelios gnósticos son realmente auténticos (como suponen muchos eruditos), y si los dichos auténticos de Jesús son verdaderamente fidedignos (como suponen los cristianos evangélicos alrededor del mundo), entonces surge un problema. Porque claramente, hasta estos brevísimos estudios de los evangelios gnósticos son suficientes para mostrar el marcado descuerdo, hasta contradicción, entre el Jesús del canon y el Jesús de Nag Hammadi. A la luz de esta dificultad, parece apropiado examinar brevemente la confiabilidad de los evangelios canónicos, y luego comparar sus estatus con aquellos de los evangelios gnósticos.
¿Son Confiables los Evangelios Gnósticos?
La Confiabilidad de los Evangelios del Nuevo Testamento Dos estándares son útiles en cualquier evaluación de la confiabilidad de los textos bíblicos, particularmente en las áreas de transmisión y preservación de manuscritos. Estos estándares son: el ser genuino, en este caso referente a la verdad de la autoría de un texto bíblico en particular; y la autenticidad, referente a la verdad del contenido.12 Dados los estándares a los cuales se adhiere la Biblia, ej.: «toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2da de Timoteo 3:16), está claro que para que un libro sea considerado canónico, debe ser al mismo tiempo genuino y auténtico. El espacio no permite una completa exploración de las afirmaciones de confiabilidad de los evangelios canónicos, pero se exhorta al lector a consultar uno de los muchos útiles textos que han sido escritos sobre este tópico (un ejemplo es: Introducción General a la Biblia, de Geisler y Nix).
¿Son Canónicos los Evangelios Gnósticos?
Si puede asumirse que los evangelios canónicos son tanto genuinos como auténticos (y por lo tanto confiables), una pregunta lógica a hacer sería si los evangelios gnósticos mismos son canónicos. Porque si son canónicos, y si los evangelios canónicos son confiables, entonces los evangelios gnósticos son claramente confiables también (poniendo aparte por los momentos las implicaciones negativas que tal conclusión conlleva, acerca de la consistencia del registro bíblico como un todo). Desafortunadamente, sin importar lo que uno pueda decir acerca de su confiabilidad, los evangelios gnósticos no cumplen, por mucho, el estándar canónico.
Tome, por ejemplo, El Evangelio de Tomás. Ya que es el más interesante, y parece habérsele dado el estatus más privilegiado entre los llamados evangelios gnósticos, un examen de la confiabilidad de Tomás (o falta de ella) debe arrojar mucha luz sobre los evangelios gnósticos, y tal vez hasta sobre el corpus Nag Hammadi entero. Por ejemplo, si pudiera mostrarse que la credibilidad de Tomás sufre serios cuestionamientos, entonces habría una razón para considerar rechazar, al menos en términos de lo que es útil para la fe y la práctica, si no todos, la mayoría de los otros trabajos gnósticos también.
¿Exhibe, entonces, El Evangelio de Tomás la marca principal de inspiración, de autoridad apostólica? Parecería que la respuesta debe ser negativa. A pesar de la atención dada a Tomás, el consenso académico parece ser que la atribución a Judas Tomás, el Mellizo, es casi de seguro falsa. El primer golpe contra la autoría apostólica de Tomás es la fecha tardía de la probable autoría. Los académicos que están en desacuerdo con esta evaluación, uno de los cuales, por lo menos, es un bien documentado defensor de Tomás, parecen pensar que porciones independientes de Tomás (aquellas que no corresponden directamente al material canónico) apuntan hacia una fuente anterior a aquellas de los evangelios del Nuevo Testamento. Un texto paralelo o anterior a la fuente Q. Sin embargo, «la más obvia interpretación de los documentos del Nag Hammadi es que todos son típicamente sincretistas,» y como tales son «enteramente explicables en términos de lo que sabemos ahora acerca del gnosticismo del segundo y tercer siglo.»15 Por lo tanto, es plausible que Tomás sea anterior e informe a los evangelios canónicos; pero es más probable que incorporó trozos y partes de una amplia variedad de influencias religiosas.
Evidencia adicional de atribución falsa, aparece hasta en los más entusiastas estudiantes de Tomás. Un académico, cuando discute autenticidad, no trata de hacer argumentos a favor de la autoría apostólica de Tomás, sino en cambio, trata de igualarlo con los evangelios canónicos desacreditando sus orígenes. Porque de hecho, «hoy, pocos [académicos] creen que contemporáneos de Jesús realmente escribieron los evangelios del Nuevo Testamento,» y «sólo sabemos que esos escritos son atribuidos a los apóstoles… o seguidores de los apóstoles,» entonces el decir que «los autores gnósticos, de la misma manera, atribuyeron sus escritos secretos a varios discípulos» no daña la autoridad de los evangelios gnósticos.16 Sin embargo, como se ha mostrado, no hay razón para tal escepticismo en lo referente al origen de los evangelios canónicos. Por lo tanto El Evangelio de Tomás, a pesar de los grandes intentos de los académicos para igualarlo con los evangelios canónicos, no goza ni remotamente de la autoridad que gozan los últimos.
¿Son útiles los Evangelios Gnósticos?
Ya que El Evangelio de Tomás, y por extensión los otros evangelios gnósticos, evidentemente no son canónicos, el concienzudo cristiano puede seguidamente preguntarse qué clase de estatus debe otorgársele a los evangelios gnósticos por el cuerpo de la iglesia. ¿Son ellos, como los libros apócrifos, tales como el Pastor de Hermas, útiles para propósitos éticos y devocionales? A la luz del conflicto obvio visto en cualquier comparación sustantiva entre los diseminados dichos encontrados en los evangelios gnósticos, y los temas consistentes de las enseñanzas de Jesús en los evangelios del Nuevo Testamento, es dudoso que se pueda encontrar mucha utilidad en los primeros. Dos ejemplos deben ser suficientes para ilustrar la naturaleza de estos conflictos. Primero, el último dicho en el Evangelio de Tomás es decididamente misógino:
Simón Pedro les dijo: «María debe dejarnos, porque las mujeres no merecen la vida.»
Jesús dijo: «Mirad, Yo la guiaré para hacerla hombre, para que ella también pueda llegar a ser un espíritu vivo semejante a ustedes, hombres. Porque cada mujer que se haga hombre entrará en el reino de los cielos.»
Compare esto con las interacciones frecuentes y respetuosas de Jesús con las mujeres de su tiempo, tales como la de la mujer Samaritana en el pozo (Juan 4:6-26), y es claro que esta es una diferencia irreconciliable en la enseñanza. Enseñanzas similarmente extrañas son encontradas en El Evangelio de Felipe, en el cual se dice que Jesús la había «[amado] más que a [ninguno] de los discípulos, y solía besarla [a menudo] en la [boca].» Este evangelio gnóstico data de un tiempo mucho después de hasta los más recientes estimados de los evangelios canónicos, y simplemente no concuerda con la imagen de Jesús encontrada en estos últimos, razón de más para rechazar a Felipe como falso.
Conclusión
Hasta un tan breve examen de la opinión académica popular acerca de los evangelios gnósticos y los evangelios del Nuevo Testamento revela un cierto doble estándar. Parece que en el caso de los evangelios canónicos, especialmente el de Juan, la autoría e integridad le es concedida a regañadientes, si acaso. Variaciones en estilo literario o selectividad en información histórica es asumida para excluir cualquier posibilidad de confiabilidad. Por otra parte, evangelios tales como los descubiertos en Nag Hammadi, más recientes, menos avalados, evangelios gnósticos con menor consistencia interna, son tratados con la mayor benevolencia. Atribuciones pseudo-epígrafas no dañan la credibilidad, y cualquier conflicto con la literatura canónica se cree que revela una fuente anterior, más auténtica. Esperamos que un justo tratamiento de estos asuntos haya proveído al lector de todas las razones para creer que las Escrituras que tienen en sus manos constituyen enteramente la revelación especial de Dios.
Fuente: http://www.allaboutreligion.org/spanish/evangelios-gnosticos.htm