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Aunque la mayoría evite reconocerlo, todos en alguna situación determinada sentimos miedo. Ante una tormenta, al escuchar un trueno, al ver un relámpago… ¿No ha notado cómo la boca se le secaba? ¿Cómo su corazón latía mucho más deprisa y se aceleraba su respiración? Es simplemente nuestro cerebro avisándonos de que debemos tomar precauciones. Ante el temor, el ser humano se prepara para huir o protegerse.
Nuestro cuerpo se pone en alerta y comienza a generar sus propias defensas: el corazón se acelera, los músculos se tensan y la sangre se dirige con rapidez hacia las piernas para facilitarnos la huida; empezamos a sudar… ¡Hasta el cabello se nos eriza! El problema viene cuando este miedo se torna incontrolable, cuando nos supera, cuando llega a extremos inimaginables. Ante esto, las reacciones de nuestro organismo comienzan a ser preocupantes: taquicardias, opresión en el pecho, temblores… es cuando entramos en lo que los expertos diagnostican como… ¡pánico!
Pero… ¿dónde se encuentra la frontera entre el miedo y el pánico? ¿Qué situaciones nos provocan terror? Los creadores de leyendas urbanas conocen desde hace tiempo la respuesta. Por un lado: callejones oscuros, cementerios lúgubres, casas abandonadas; en definitiva, parajes solitarios e incomunicados que logran provocar nuestra ansiedad. Por otro, todo lo que pertenece a otra dimensión, a la de lo desconocido: espectros, espíritus, ánimas… He aquí los ingredientes ideales para una …
Puntuación: 5/5
7 Respuestas a Leyendas Urbanas – Cuarto Milenio