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No sé si os acordaréis amigos lectores de una historia que pasó hace unos cuantos años. Supongo que sí que la tendréis en mente porque aquello se grabó para siempre en el cerebro de todos y cada uno de los españoles de a pie. De todos. No hay nadie que en aquella época hubiera nacido y no se supiese aquella historia con su versión correspondiente. Os pondré en situación.
Corría el año 1999. Todavía no habíamos pasado al siglo 21, Internet no estaba tan masificado como ahora y los cuatro gatos que lo teníamos íbamos a velocidades de vértigo y llamando a precio de llamada local. Baratísimo todo. En esa época, de la que hace prácticamente 10 años, existió un programa que se llamaba Sorpresa, Sorpresa. Que lo presentaba una mujer que no es que tuviera sonrisa falsa, es que debía tener un tic en la boca.
Era Isabel Gemio, la misma definición vale para Concha Velasco. Una mujer comprometida con cada una de las historias que por allí pasaban, y que se emocionaba al ver reunirse a familias que no se habían visto en 40 años. Cómo la enfocaba la cámara a ver si pillaba alguna lagrimilla. Y ella se esforzaba. No en aguantarse, sino en soltar alguna, que ya se sabe que eso da picos de audiencia. Pero realmente, lo que nos hubiera gustado a todos ver, fue la cara de Isabel Gemio al ver la niña de la mermelada. ¿Se emocionaría?
Por suerte o por desgracia nadie vio aquel video. Esa sorpresa no existió nunca, así que no podíamos ver la cara de la Gemio. Pero la historia se la sabía todo el mundo al pié de la letra. Llegabas al colegio y te decía alguien: «Oye, ¿viste ayer Sorpresa, Sorpresa?» Y tú: «Bueno, un rato, pero no entero que acaba muy tarde». Ahí estaba el truco. Acababa muy tarde, te podían colar lo que quieras porque nadie veía el puñetero programa hasta el final.
Entonces te explicaban la historia. Que todos sabréis. Una niña es fan de Ricky Martin, entonces meten a Ricky en el armario, que también mala leche con los rumores que han saltado sobre él. A día de hoy, después de 7 años, Ricky no ha salido del armario. Suponemos que estará ya fiambre dentro. Mientras tanto, la niña, como estaba en casa sola, pues tenía una fantasía. Le puso a su perro el nombre de Ricky y lo entrenó para que aprendiese a usar la lengua. Ella se unta de mermelada, aunque mucha gente dijera nocilla, foie-grass y cosas de esas, era mermelada, que yo lo ví. Y entonces llama al perro y le dice: «Ricky, ven ven, ¡hazme tuya!». Ricky, el del armario hace el gesto de salir, pero ve la niña con todo al aire y repleta de mermelada y decide no moverse. A lo que vé como llega el otro Ricky, el perro, y se lo come todo.
Lo he explicado lo más fiel posible, pero es imposible no inventarte algo para hacerlo más trágico. Y eso pasaba, que cada uno daba su versión. Siempre alguien tenía un primo el cual tenía un amigo de su hermano que había quedado con el tío aquella noche para grabar el programa y justo se lo pasó al cuñado del hermano de su novia que a su vez era su propio hermano, y él mismo decidió grabarlo para llevárselo a la madre de Paquito que tenía una carnicería con la abuela del hermano de Mercedes. Que era su misma abuela. Total, que nadie lo había visto.
Pues bien, la leyenda urbana es verdad. Existe el vídeo de la niña de la mermelada del programa sorpresa sorpresa. Lo que ocurre es que en lugar de Ricky Martin, del armario sale Eloy Yebra.