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La renuncia del papa Benedicto XVI responde a dos motivos: el primero y «más importante» es el empeoramiento de su salud, pues no se excluye que «no sobreviva hasta final del mes», mientras que el segundo, la masonería, supone «la mayor amenaza» para la Iglesia, comenta el padre Paul Kramer, invitado del programa de RT ‘Desde la Sombra’ presentado por el periodista e investigador Daniel Estulin.
«Tenemos a San Pablo en el Nuevo Testamento y los salmos de David en el Viejo que revelan que los dioses paganos son demonios, son el mal, que existe la adoración al mal y la concentración de las fuerzas malignas en los antiguos misterios de la masonería pagana», agrega Kramer, en nota publicada por la agencia RT.
Mano negra en la muerte de Juan Pablo I
El invitado de Estulin destaca que el Papa Juan Pablo I dijo muy claramente que efectuaría cambios radicales, prometiendo destituir al cardenal Jean Villot como secretario de Estado y sanear el Banco del Vaticano, el principal accionista del Banco Ambrosiano que, según Estulin, controla el 70% del dinero mundial, estuvo involucrado en el narcotráfico, en el tráfico de armas, en terrorismo, en actividades de grupos neonazi y de grupos fascistas de la Operación Gladio vinculados a la OTAN, así como en la logia masónica P2.
«La mafia estaba preocupada por el blanqueo de dinero facilitado por el Banco Ambrosiano. Pero el verdadero motivo fue que la Logia Masónica P2 es en realidad responsable del asesinato de Juan Pablo I», ya que -explica Kramer a Estulin- «tuvieron motivo de peso» para perpetrarlo.
Entre jesuitas, el Opus y la Orden de Malta
Según opina Estulin, el papa Juan Pablo II prefería el Opus Dei a los jesuitas, cuya Compañía de Jesús “fue fundada como una unidad de inteligencia política por la antigua oligarquía europea» y que -según él- intentan crear un «mundo sinárquico» basado en «la drástica reducción del desarrollo tecnológico, la derrota del capitalismo industrial de la clase media y el debilitamiento general de los poderes soberanos de los estados nacionales, que deberán ser sustituidos por agencias supranacionales de un mundo globalizado, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, UNESCO, el Instituto de la ONU para la Formación y la Investigación y el consejo Mundial de Iglesias».
En cuanto a la Orden de San Juan o la Orden de Malta, Estulin sostiene que si durante siglos se mantuvo como «una de las fuerzas militares más poderosas en la Cristiandad», hoy siguen manteniendo relaciones diplomáticas con 92 naciones, incluso con Naciones Unidas y con la Santa Sede, y gozan de inmunidad diplomática. «Algunos de los miembros más importantes de la Orden también pertenecen a P2 como, por ejemplo, el general Giuseppe Santovito (ex jefe del SISMI) y el conde Umberto Ortolani», enfatiza Estulin.
«Sufrimos una ocupación masónica»
Para Estulin la Iglesia, al parecer, ya no sirve tanto para «hacer servicios religiosos en nombre de Dios», como «para su ascenso continuado como si fuera una de las corporaciones de la lista Fortune 500 cuyas acciones fueran cotizadas en Wall Street».
Nuestras manos están atadas, no podemos hacer nada porque los francmasones controlan las posiciones claves en la iglesia»
A este respecto Kramer cuenta que los jóvenes curas masones son fichados por el Vaticano y que «sus relaciones son cultivadas por los francmasones», que «les regalan cuentas bancarias, les invitan a recepciones diplomáticas y diferentes tertulias, para que conozcan a todos los que manejan los hilos» y que, transcurrido cierto tiempo, «les hacen la propuesta». De esa forma, «enganchan a los ambiciosos jóvenes que entran en el Vaticano y suben la escalera», explica Kramer, que añade que cuando quieren servir a los intereses de la iglesia descubren que «son esclavos de la masonería y ya están amenazados», concluye Kramer.
Desde la época del papa Pablo VI -continúa Kramer- se registró la auténtica revolución masónica en el Vaticano y con el pontificado de Pablo VI los francmasones dominaron el Vaticano. En este sentido explica que el último monseñor Mario Marini, designado por el papa Benedicto como secretario de la congregación ‘Ecclesia Dei’ le confesó en 1996: “Nuestras manos están atadas, no podemos hacer nada porque los francmasones controlan las posiciones claves en la iglesia». Una década después volvió a insistir en este punto: «sufrimos una ocupación masónica», le dijo.
Un Vaticano sin «brújula moral»
La pérdida de la «brújula moral» del Vaticano no comenzó con Pablo VI, aunque -según Kramer- bajo su reinado hubo una infiltración de homosexuales en toda la Iglesia, en los seminarios y en las facultades de teología. Además, recuerda que en uno de los libros escritos por Peter Damian en el siglo XI, se hablaba de la misma cuestión, de «cómo estas personas entraban, ellos tenían ambiciones, querían llegar a los puestos más altos y querían ser promovidos». Los que tenían una verdadera vocación para ser sacerdotes querían deshacerse de ellos, pero con el papa Pablo VI se revitalizaron y desde entonces ponen a su gente en las posiciones más altas, explica Kramer.
Fuente: RT